jueves, 3 de marzo de 2011

TATUAJE


Kemen, era uno de esos típicos Escandinavos esbelto, de piel clara , curtida por el frío de esos lares, cabello rubio y ojos claros que encandilaba a toda falda viviente.

Nació un 8 de Junio del 65, en el seno de una familia pudiente, bien situada en el escalafón social y repleta de convencionalismos sociales.

Tan entrante jovenzuelo creció rodeado de los mimos,caricias y consentimientos de su madre y hermanas; él era el único descendiente varón y esa pesada carga le acompañaría durante el resto de sus días.

Desde pequeño mostró una gran habilidad en los estudios, era listo y vivaracho. Sus padres costearon una educación elitista en los mejores colegios privados del país y así fue que el rubicundo muchacho se licenció en Derecho y comenzó a ejercer en un prestigioso bufete de abogados.

Sus éxitos profesionales corrieron como polvorilla por todo el país y desde cualquiera de sus rincones le llegaban complicados casos que ganaba mayoritariamente. Fue laudeado con numerosos premios y distinciones; su vida profesional relucía como su pelo pero su vida personal y amorosa era opaca y pobre.

Su madre había planeado para su criatura una boda de alta alcurnia con una chica un poco tonta y regordeta de la alta aristocracia. Un enlace de conveniencia que convenía a todos menos a él. Esta situación le irrritaba y desconcertaba pero todas sus habilidades como magistrado le servían de bien poco ante las marañas amorosas que ambas tejían a sus espaldas.

Sin embargo su suerte estaba a punto de cambiar, en uno de tantos viajes de negocios que solía realizar, en una luminosa y ligera mañana de Mayo, sobre la popa de aquel barco conoció a una chica pecosa y charlatana que le obnubiló. A partir de ahí todo sucedió muy rápidamente, al cabo de un mes compartían cama y confidencias . Se hicieron tatuar sus nombres para perpetuar su amor que acabó por romperse de forma precipitada.

Ya se sabe; ella era muy joven, él le propuso matrimonio y no estaba preparada aún para ello. Quedo hecho añicos, no tenía consuelo, la depresión y el alcohol le absorbieron. Tras la separación no quedó nada de aquel chico apuesto y guapo, vagaba errante de bar en bar, mascullando apenas, entre dientes, su fatídica historia de amor. Voceaba, a cuatro vientos, que no podía olvidarla ni quitársela de la cabeza y que siempre la estaría esperando.

Pero los días corren, las heridas sanan con el tiempo y Kemen comenzó a sentir nuevamente mariposas en el estómago, en el lecho de su socio en la empresa, renació el amor y sus ganas de sentir gozando con los juegos amorosos que su pareja le proponía.

Hoy día viven felices ajenos a las habladurías y las malas lenguas ociosas llenas de prejuicios y malintenciones.





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